Tiempo para atender a la demanda de fitosanitarios biológicos
Ante las presiones para lograr una agricultura más ecológica, el director general de la patronal Aepla, Carlos Palomar, pide más tiempo para desarrollar fitosanitarios biológicos y una regulación que favorezca el acceso a la innovación.
Desde la Asociación Empresarial para la Protección de las Plantas (Aepla), que agrupa a los fabricantes de fitosanitarios en España, su responsable apunta que existe una tendencia a utilizar esos productos de origen vegetal “debido a las presiones de determinados supermercados y las percepciones de los consumidores”.
“No quiere decir que estos no se hayan hecho en una fábrica, sino que se utilizan determinados microorganismos en una botella que son estables para poder utilizarlos como insecticida o fungicida”, precisa.
Dado que las trazas que puedan quedar no están catalogadas como residuos, como sí ocurre con los químicos, explica que esos productos biológicos quedan exentos del establecimiento de un límite máximo de residuos.
PESTICIDAS QUÍMICOS O BIOLÓGICOS
“Como sector, pedimos que a esas demandas hay que responder con tiempo porque desarrollar un producto o principio activo nuevo, sea de origen natural, biológico o químico de síntesis, requiere hasta 12 años de estudio y demostrar la seguridad de su uso para el que lo aplica, el consumidor y el medioambiente”, sostiene Palomar. Para eso hacen falta numerosos estudios cuyo coste asciende hasta 250 millones de euros por cada nueva molécula, según Aepla.
Según su director general, “se necesita una evolución y no una ruptura en la cual se prohíban numerosos productos de los de hace veinte años sin poder tener la sustitución de los nuevos”. Defiende que todas las soluciones, químicas o biológicas, deben ser “igual de seguras”, partiendo de una evaluación de los riesgos de su uso y “no tanto categorizándolas por su origen”.
MEDIDAS FRENTE AL USO INADECUADO
En todo el mundo, el uso inadecuado de pesticidas y otros químicos en el sector primario amenaza con contaminar el agua y los suelos, así como dañar la salud humana y la biodiversidad. En España, Palomar asevera que el sector de los fitosanitarios ha seguido un proceso de “profesionalización” en la última década, concretamente después de que en 2009 se aprobara una directiva europea para lograr la utilización sostenible de los plaguicidas.
Argumenta que los agricultores disponen actualmente de asesores formados para decidir cómo actuar, la maquinaria es inspeccionada y se dan cursos de capacitación.
“Estamos preocupados por la falta de variedad de soluciones, no podemos controlar tantas plagas”, incide.
En este sentido, apuesta por “rotar y combinar las soluciones para que el control sea más eficaz y eficiente durante más años, buscando hacer más con menos”.
Sobre el deterioro de los suelos en el país, lo atribuye sobre todo a la pérdida de materia orgánica, en medio de una creciente aridez climática, por lo que insta a practicar una agricultura “de conservación”, empleando cubiertas vegetales y herbicidas que controlen las hierbas sin necesidad de labrar el terreno.
LOS PRINCIPALES PRODUCTOS EN ESPAÑA
Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), la comercialización de las sustancias activas de los fitosanitarios sumaron 73.286 toneladas en 2018, el 1,6 % más que el año anterior.
Los fungicidas y bactericidas fueron los tipos de productos que más se vendieron, seguidos de los herbicidas, especialmente para el cereal.
Palomar recurre a las cifras de Eurostat, según las cuales en España se utilizan 32.000 toneladas de cobre y azufre en un año, como, por ejemplo, en olivares y viñedos.
“El resto varía mucho en función de las plagas y los cultivos”, señala, ya que los cereales consumen poco, pero representan un sector grande por la extensión que ocupan, de unos siete millones de hectáreas.
En el Año Internacional de Sanidad Vegetal, que se celebra este 2020, Palomar reclama “un sistema regulatorio que favorezca el acceso a la innovación con agilidad” para hacer frente a plagas que antes eran secundarias y ahora son “prioritarias”.
La digitalización, la agricultura de precisión y los sistemas de alerta también pueden contribuir, en su opinión, a los esfuerzos para controlar las enfermedades de las plantas, en auge por la globalización y el cambio climático.