Sálvese quien pueda
Por Francisco Sánchez Pro, Director Gerente Onubafruit S.COOP.AND., la mayor comercializadora de frutos rojos de Europa.
Para el que lleva algunas décadas en el sector agroalimentario, el panorama mundial actual genera, cuanto menos, perplejidad, incertidumbre y desasosiego.
Presenciamos frecuentemente una serie de acontecimientos, escuchamos ciertas opiniones o nos llegan según qué argumentos en los que creo que es urgente reflexionar. Hay todo un fenómeno desarrollándose ante nuestros ojos.
El título de este articulo bien podría ser “Me siento cómplice de tanta basura, de tanta hipocresía y de tanta falsedad”. Me voy a intentar explicar.
Parece que, en estos días, un agricultor tiene el peso del mundo en sus manos, su responsabilidad se multiplica, tanto así, que casi es responsable del encarecimiento de la cesta de la compra.
Y… oiga, las frutas y verduras se han encarecido más de un 4% pero es que la cesta de la compra la componen muchas más cosas.
Yo miro la aplicación de mi banco y me dice que mi cesta de la compra solo es, y es mucho, el 13 por ciento de mis gastos… ¿Y el otro 87 por ciento?
Pues la hipoteca, la comunidad, el gas, la electricidad, la gasolina, los viajes, las vacaciones, la furgoneta que me tengo que comprar, la ropa, los zapatos y también las copas que me tomo.
¿Qué tiene que ver con los agricultores?
Si lees algunos diarios o te asomas a las redes sociales nos dicen que casi todo, que los agricultores y sólo los agricultores tenemos la culpa de casi todas las desgracias que ocurren en este planeta: nos estamos cargando toda la capa vegetal, somos responsables del cambio climático, de matar de sed a la humanidad, y, de lo más grave; de maltratar, deshumanizar, vejar y mucho más al ser humano, díganse emigrantes con y sin papeles.
Parece que somos el saco de boxeo al que todo el mundo golpea gratis y parece que a nadie importa verificar muchas de las informaciones.
Los bulos están adquiriendo cada vez más notoriedad y su previsión de crecimiento es exponencial. No somos conscientes de que hay muchos colectivos que avanzan con la sobreutilización de “verdades” que no lo son. Enredan con los sentimientos y generan corrientes de opinión.
Dicen las estadísticas que el 60% de los consumidores que perciben noticias falsas cambian su opinión sobre un producto. Somos víctimas. Somos cómplices.
En la producción agroalimentaria están pasando cosas muy, muy graves que alguien (que seguramente se está forrando) no nos cuenta.
Debido a la falta de productos de desinfección, la falta de fertilizantes adecuados y la prohibición de un control de plagas y enfermedades correcto, las producciones están bajando en torno a un 25 por ciento mínimo, MÍNIMO.
La falta de agua debido a muchos factores, incluido, y no solo, al cambio climático, hará disminuir al menos otro 25 por ciento la producción, AL MENOS.
Todavía en este país, y en otros, alguien se cree que el agua es suya y solo suya, o de unos pocos, humanos o animales privilegiados.
La mano de obra… falta, señores… falta y mucha, y esto nadie lo quiere asumir. Y acarreará otra pérdida grave de producción.
La solución no es nada fácil, pero el remedio pasaría por reconocer el problema.
No hay mano de obra para el campo, una gran parte tiene que venir de la emigración. Tiene que cobrar un salario justo, tener una vida digna.
No podemos ser blandos con esto, pero, que vengan, porque aquí no hay.
El falso ecologismo, la falta de sensatez, el nulo rigor agrícola y el analfabetismo general que impera en las opiniones ‘sostenible-agrícola-ecológico’ (perdón por el palabro) lleva a una ruina inminente, rápida, inmediata. Consulten, por favor, el caso de Sri Lanka.
Mientras, desde todos los frentes posibles, se nos está inculcando que lo que hay que hacer y consumir es sostenibilidad, autoconsumo, producto de cercanía… el nacionalismo europeo contra la injerencia exterior, la huella de carbono, etc., etc., etc.
Pero la realidad de los agricultores españoles es otra.
Una multinacional americana (entre otras), sí, americana, no ecologista, ni regionalista, ni europeísta ni nada de nada, que opera en Marruecos, que no es nada de lo anterior tampoco, inunda Europa de frambuesa y lo hace a unos precios inviables para el producto, arruinando así a miles de agricultores europeos.
Y las cadenas de distribución a lo suyo, comprar barato sea de donde sea. Y el consumidor, que ya tiene bastante con la inflación, pues también, compremos barato, venga de donde venga y se produzca como se produzca.
Empresas multinacionales, de países como Perú, Sudáfrica o Chile, que tampoco cumplen ninguna de las normas anteriores, inundan Europa de arándanos a precios irrisorios haciendo inviable el cultivo en España en un plazo muy breve, y, por consecuencia, haciendo también que miles de agricultores, que sí que cumplen las normas establecidas, se arruinen del todo.
Casi nada de lo que se exige a nuestros agricultores, españoles, europeos, lo cumplen desde el exterior. El precio sigue siendo la única y mejor opción de compra.
Las organizaciones interprofesionales, que deberían velar, y mucho, por nuestros intereses, miran por el qué dirán.
Qué ironía todo, ¿no?
Si esta situación continúa, se perderá una parte muy importante en la producción mundial de alimentos. Somos 7.500 millones de personas las que necesitamos comer. Vamos a pasar hambre en breve.
Si ahora, nuestro gasto en la cesta de la compra representa el 13%, pasará a más del 50% en un ratito, pero seguiremos oyendo, leyendo y contemplando estupideces.
Y lo más grave, las seguiremos cumpliendo.
Sálvese quien pueda.