“La agricultura familiar es fundamental contra la despoblación”
ECA AGRI entrevista al consejero de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de Aragón, Joaquín Olona, quien hace un repaso de la coyuntura actual y los retos que tiene por delante el sector agrario de la región, poniendo el acento en la agricultura familiar, con los bajos precios, la PAC y una nueva edición de FIMA como telón de fondo.
Por Marga López y Juan Herrera, periodistas agroalimentarios.
A finales de febrero llega una 41ª edición de la Feria Internacional de la Maquinaria Agrícola (FIMA) un evento de primera relevancia en el panorama nacional e internacional de la maquinaria agrícola. ¿Qué supone para Aragón albergar un evento de tal magnitud y tan consolidado en el tiempo?
Hay que tener en cuenta que es el evento más multitudinario y con más visitantes que recibe Aragón y Zaragoza, por lo que supone un impacto muy importante en la ciudad, con efectos económicos muy destacables. Desde el punto de vista del sector, es un lujo y un orgullo que se celebre aquí un referente como FIMA, que permite mostrar la potencia que tiene el sector agrario en términos de algo que resulta difícil trasladar a la opinión pública, como sector innovador y de tecnologías avanzadas. Cuando hablamos de ello nadie piensa en la agricultura y precisamente la maquinaria agrícola es un componente súper avanzado en términos tecnológicos.
Si tuviese que hacer una radiografía, ¿en qué estado se encuentra el sector agrario aragonés?
La principal característica, que es generalizable a España y la Unión Europea, es la brecha de renta que sufren los agricultores y ganaderos respecto al resto de ciudadanos. Es un problema clave y esencial, y una deuda pendiente que la PAC que no ha satisfecho, y, sobre todo, en el marco del modelo familiar.
¿Cree que es clave esa agricultura familiar?
Desde el punto de vista territorial y de la lucha contra la despoblación, es absolutamente fundamental. Y aunque no es el único sector que debe contribuir a ello, es bastante evidente que el agrario tiene un papel absolutamente fundamental en la mayor parte de los territorios rurales. Soy consciente de que hay turismo, artesanía y otras actividades, pero creo que es bastante obvio el peso del sector agrario.
Desde el sector lamentan los bajos precios y la escasa rentabilidad de muchas de sus explotaciones, y señalan el año 2019 como negativo. ¿Cómo se observa la situación desde la Consejería?
Por supuesto, no niego los bajos precios de este año que se está mostrando de manera más virulenta en algunos casos, como por ejemplo la fruta, pero esto no es un problema puntual, es un problema estructural. Desgraciadamente es una característica propia del sector agrario que justifica la existencia de una Política Agraria y veo con mucha preocupación que se hable de los bajos precios como algo nuevo y coyuntural, siendo algo permanente y estructural. Y debemos ser mucho más conscientes todos los agentes del sector: agricultores, organizaciones agrarias, los políticos… Hay que tener en cuenta que la PAC es una política de rentas, no de mercados, y las herramientas que tenemos para hacer frente a la regulación de precios y mercados es prácticamente inexistente. Claro que hay que trabajar en ámbitos como la promoción, la mejora de la cadena, etc., pero debemos ser conscientes, realistas y responsables de que la política europea es de apoyo directo a las rentas. Y eso no se puede abordar de una manera eficaz con una política de precios y mercados prácticamente inexistente.
Entonces, ¿considera que esas políticas agrarias deben orientarse más hacia la comercialización?
No, yo soy un firme defensor de que la Política Agraria debe ser de rentas, mientras las ayudas directas vayan a aquellos agricultores y ganaderos que en el marco de la agricultura familiar dependan fundamentalmente de la agricultura, por eso defiendo la supresión de los derechos históricos. Defiendo la concentración de la ayuda directa al modelo familiar, pero eso no impide que se desarrollen, y en Aragón lo estamos haciendo, políticas de promoción agroalimentaria, que no están solo dirigidas al agricultor, también lo está hacia la industria agroalimentaria. Y eso, en relación a los precios y mercados, es lo que hay que hacer, actividades de promoción, sobre todo en un sector agroalimentario que está cada vez más internacionalizado. Por tanto, son dos los principales ejes de actuación que tenemos por delante, dos cuestiones completamente diferentes, pero a su vez complementarias.
La sequía también fue protagonista el pasado año. ¿De qué manera ha afectado esta situación meteorológica al conjunto de la agricultura?
En Aragón, la sequía no es tampoco un problema puntual, sino estructural y soy un defensor de que la mejor herramienta para luchar contra la sequía es el regadío. Y lo digo consciente de que estamos en una situación de crisis climática y que tenemos que adaptarnos a ella y luchar contra ella, pero eso no impide que en un contexto mediterráneo árido, como Aragón, apostemos por el regadío como mejor fórmula contra este gravísimo problema que es la sequía. Y hay otra medidas como los seguros agrarios y la adaptación y adecuación de los cultivos, pero sin renunciar a la política de regadíos, que en Aragón la estamos desarrollando tanto en el ámbito de la modernización como en la creación de nuevos regadíos, para lo cual tenemos un plan de unas 25.000 hectáreas nuevos.
¿Qué superficie de regadío hay en la actualidad en Aragón?
En torno a las 350.000 hectáreas, y con este nuevo plan nos planteamos un incremento del 10% aproximadamente. Aunque soy un firme defensor del regadío, esos planteamientos de convertir todo Aragón a regadío son un amenaza y perjudica a la propia política de regadíos, que la tenemos planteada con un sentido territorial, social y muy centrada al modelo familiar, ya que es una herramienta fundamental para mejorar la rentabilidad y la dimensión económica de las explotaciones. En un ámbito árido como el de Aragón es muy difícil mejorar la cifra de negocio sin regadío, pero siempre planteado desde una necesidad vinculada al modelo familiar y a la contribución al desarrollo territorial y la lucha contra la despoblación.
En el caso concreto del sector frutícola, ¿cómo ha sido la campaña de fruta de hueso de la región? En otras regiones ha sido realmente negativa debido a los bajos precios.
Hay un problema muy importante de bajos precios; esto es un hecho y una realidad. Ante esto, el problema principal que nos encontramos es el insuficiente desarrollo comercial. En Aragón, el sector frutícola ha realizado un desarrollo tecnológico espectacular con nuevas plantaciones, mejoras de los cultivos y en todos los ámbitos agronómicos, pero no ha sucedido lo mismo con el desarrollo comercial, que es insuficiente. Hemos de reconocer que tenemos un desarrollo y una estructura comercial que no está a la altura de la capacidad productiva y el nivel tecnológico y agronómico de la producción, que ha provocado un desequilibrio tremendo. Eso se traduce en una falta de concentración y en una dispersión de la oferta que es un mal endémico, y así es muy difícil, ya no defender los precios, sino llegar a los mercados.
¿Y desde la Consejería tienen algún tipo de políticas para desarrollar ese último eslabón de la cadena?
Hay que tener en cuenta que en materia de política agraria la clave es la PAC, que se ocupa del sector hortofrutícola a través de los Programas Operativos de las Organizaciones de Productores. Y vengo diciendo que esa política es inadecuada porque no se está logrando el objetivo que se perseguía, que es la concentración de la oferta y la promoción comercial. Por ello, nuestra propuesta es reorientar la aplicación de los Programas Operativos hacia objetivos esencialmente comerciales; y, por supuesto, los agricultores fruticultores, en el ámbito del modelo familiar, deberían ser beneficiados por ayudas directas.
¿Es esa una de las grandes carencias que tiene la PAC desde el punto de vista hortofrutícola?
Sí, y es gravísima, pero desgraciadamente pretender aplicar ayudas directas a la fruticultura mediante el esquema de la PAC, que es exclusivamente de pagos por hectárea, es una vía inapropiada, porque ese tipo de pagos está pensado para cultivos extensivos. Yo vengo defendiendo que se apliquen los pagos directos en función de la renta pero esto desgraciadamente no va a ocurrir, lo cual limita y condiciona la aplicación de pagos directos a la fruticultura, algo que me parece imprescindible. En todo caso, el problema de los precios no se va resolver ni a corto ni a medio plazo; aunque mejoremos la organización comercial, ello no garantiza que los fruticultores puedan alcanzar precios justos, que es lo que todos queremos, y solo podemos garantizarlo mediante la ayuda directa con un mecanismo que debe ser diferente. El mercado no imparte justicia, es un mecanismo de oferta y demanda que no responde a las necesidades de renta.
Hay regiones en las que se están arrancando frutales. ¿Se está dando en Aragón?
Yo estoy en contra, como medida política, del arranque porque es incoherente. Para que una política de arranque sea eficaz, en mi opinión, debe estar acompañada de la prohibición de plantación; no tiene ningún sentido estar subvencionando el arranque cuando se puede plantar sin ninguna limitación.
¿Qué otras alternativas habría en Aragón a los frutales?
Los frutales en Aragón constituyen un componente fundamental del sector, en la medida en que las zonas más prósperas en la región tradicionalmente han sido las frutícolas. Por lo tanto, es un sector que tenemos que cuidar y adaptar la política para que sea eficaz. Pero tenemos otros muchos sectores muy competitivos en el ámbito puramente agrícola: la agricultura extensiva de regadío, con el maíz, la alfalfa y los cereales en definitiva; o en ganadería tenemos el sector porcino en el que Aragón lidera la producción nacional y que ha experimentado un desarrollo tecnológico espectacular acompañado de un avance comercial también espectacular. Es un ejemplo a seguir, junto con el vino, que es otro sector que ha tenido un desarrollo muy positivo.
De esta manera, no tenemos que salir de Aragón para buscar ejemplos de éxito en el que se combinen un desarrollo tecnológico y la mejora agronómica y ganadera, acompañadas de acciones comerciales muy potentes. Eso es lo que nos permite que tantos nuestros vinos como el porcino tengan unos mercados internacionalizados, y se esté exportando a los cinco continentes. Para ello, además, hay que tener empresas con capacidad, dimensión y organización capaces de hacerlo. Y lo más importante es que, tanto el vino como el porcino, están basados, en el fondo, en un modelo productivo familiar. Por eso reitero mi defensa a un modelo de producción familiar dotado de ayudas a la renta, y acompañado de una agroindustria potente, con empresas, capacidad y dimensión. Y además, se da la circunstancia de que en estos dos sectores, los granjeros y los viticultores están percibiendo unos precios, para mí insuficientes, pero razonables, y no se está viviendo una situación tan crítica ni caótica como en la fruta.
Otro de los asuntos que mantienen en vilo al sector es el Brexit. ¿En qué medida les puede afectar?
Es muy difícil, con un mínimo de rigor, determinar el impacto que el Brexit podría tener a nivel regional. Sí tenemos claro que aquí en Aragón, para un sector exportador como es el vino y que tiene en el británico un mercado importante, le va a perjudicar, aunque es difícil determinar cuánto. Reino Unido es un mercado también importante para la cereza de exportación. Por tanto, hay ámbitos concretos donde cabe esperar perjuicios, aunque es complicado cuantificarlo. También está por ver los efectos y consecuencias que tendrá en la PAC. No obstante, son tales las indeterminaciones y las incertidumbres que hay que no podemos hacer un pronóstico.