Informe de PwC sobre el impacto de la Agricultura de Conservación
El Pacto Verde Europeo, un plan de acción para impulsar el uso eficiente de los recursos mediante el paso a una economía limpia y circular de la Agricultura, y para restaurar la biodiversidad y reducir la contaminación; así como las estrategias europeas en materia medioambiental y alimentaria, y la nueva Política Agrícola Común (PAC), han establecido objetivos muy ambiciosos.
Para alcanzarlos, el papel del sector agrícola y de prácticas sostenibles como la Agricultura de Conservación (AC), que aporta múltiples beneficios medioambientales, económicos y sociales, será fundamental.
Con el objetivo de analizar y cuantificar el impacto de la AC como práctica útil para contribuir al cumplimiento de los objetivos medioambientales, así como el papel de las herramientas que son esenciales para su impulso y desarrollo, PwC ha elaborado el informe técnico-científico La Agricultura de Conservación y las herramientas para su puesta en práctica en el contexto del Pacto Verde Europeo, que cuenta con el impulso de AEPLA (Asociación Empresarial de Protección de las Plantas) y ANSEMAT (Asociación Nacional de Maquinaria Agropecuaria y Espacios Verdes), el asesoramiento técnico-científico de AEAC.SV (Asociación Española Agricultura de Conservación Suelos Vivos) y el patrocinio de Bayer. El informe completo está disponible en AEAC.SV
“La AC es un sistema agrícola que tiene como objetivo fundamental conservar, mejorar y hacer un uso más eficiente de los recursos naturales. Esto se ve reflejado en España a través de las más de 2 millones de hectáreas cultivadas con AC, que secuestran 9,9 millones de toneladas anuales de CO2; comprendiendo el 12% de la producción agrícola, valorizada en 3.668 M€” destaca Óscar Veroz, director ejecutivo de la AEAC.SV.
Actualmente en España las áreas cultivadas de AC están creciendo a un ritmo medio anual del 4,3%. Asumiendo que las instituciones nacionales y europeas aumenten sus esfuerzos en apoyar la adopción de esta práctica, como, por ejemplo, incluyendo la AC en los ecoesquemas de la PAC, para el 2030 se podrían superar los 3 millones de hectáreas cultivadas bajo AC, y en un escenario potencial de adopción máximo, podría alcanzar hasta 13 millones de hectáreas.
Las técnicas de la AC llevan asociados una serie de beneficios que permiten cumplir una doble función: proteger el medioambiente (el aire, el suelo y la biodiversidad), así como garantizar la viabilidad económica de las explotaciones en beneficio de los agricultores. Entre los hallazgos derivados del estudio se encuentra por ejemplo que, frente a la erosión, la AC evita la pérdida de casi 13 toneladas de suelo por hectárea al año respecto a la agricultura basada en el laboreo, lo que supone un ahorro económico en términos de depreciación evitada de 157 M€ anuales (76 euros por hectárea), que podrían alcanzar los 811 M€ en un escenario de adopción potencial máximo.
Veroz añade que “la AC también contribuye a la calidad del aire al evitar la emisión de 9,9 millones de toneladas de CO2 cada año, y que podría alcanzar los 55 millones de toneladas en un escenario de adopción potencial máximo, con un valor económico de 242 millones de euros y 1.360 millones de euros, respectivamente.”
A esto se suma la contribución a la Biodiversidad. La AC fomenta el aumento del número de especies entre 2 y 7,5 veces más que la agricultura convencional. La cobertura vegetal del suelo y el no laboreo que caracterizan a esta práctica, favorecen el desarrollo de una estructura viva de microorganismos, lombrices, insectos, entre otras especies, que a su vez favorecen su formación y fertilidad. Por otro lado, en lo que respecta al negocio del agricultor, esta práctica tiene asociados menos costes y menores tiempos de trabajo, lo que incrementa la renta agraria de los agricultores en 135 millones de euros de forma anual, pudiendo llegar hasta 932 millones de euros en el escenario potencial de adopción máximo.
El informe también profundiza sobre las herramientas esenciales para poner en práctica la AC, y dentro de ellas, las que destacan son las sembradoras de siembra directa y los herbicidas, siendo el glifosato el herbicida más empleado a la hora de controlar las malas hierbas y proteger los nutrientes del suelo. “Con la agricultura de conservación se mejora física y químicamente el suelo gracias, en parte, al uso de productos fitosanitarios como los herbicidas”, añade Carlos Palomar, director de AEPLA. “La eliminación de las malezas con herbicidas durante el barbecho y en presiembra es básica para que el cultivo tenga la mayor eficiencia posible de uso del agua y nutrientes”, añade.
El glifosato, un fitosanitario esencial para la práctica de la AC, contribuye al control de las malas hierbas de forma más efectiva y eficiente que métodos alternativos y su uso está asociado a mayores productividades y menores costes. En conjunto, el 25% de la producción agrícola en España utiliza glifosato como medio de producción para el control de las malas hierbas en algún momento del cultivo. Al preguntar a los agricultores sobre cuáles serían las alternativas al uso del glifosato, eficientes en costes, el 43% indica no tener alternativas, mientras que el 32% indica que tendría que volver a labrar y abandonar la AC.
“El coste de las alternativas al glifosato es 4,3 mayor en cultivos herbáceos y 1,9 mayor en cultivos permanentes. Si los agricultores se vieran obligados a prescindir de este fitosanitario sus costes variables aumentarían, en promedio, un 9%; mientras que su producción se vería afectada en un promedio de -10%”, indicó Jordi Esteve, socio de PwC y director del informe.