El sector vitivinícola de la UE sigue siendo vulnerable
Las Cooperativas Vitivinícolas de Francia, Italia y España, que representan más del 50% de la producción de vino de la UE, quieren destacar tanto los aspectos positivos como los retos del mercado del vino a los que se enfrentan.
La situación es bastante homogénea en los tres países, que son los principales productores de vino de la Unión Europea. Frente a un mercado que muestra signos positivos, con un repunte en los precios de venta y en la exportación -también apoyado por el fin de los aranceles estadounidenses- hay aspectos críticos.
Tras unas cosechas muy buenas en términos de calidad en Italia y España y moderadas en Francia, nos encontramos con una cierta escasez de vinos franceses, sobre todo blancos, lo que aumenta demasiado los precios y crea tensión en el mercado. En cambio, el aumento de los precios del vino tinto y otros blancos es moderado y no compensa totalmente la falta de producción que sufren los productores.
Por el momento no hay escasez, sino que los precios son muy fluctuantes, lo que no permite la estabilidad del mercado ni la seguridad de las inversiones. De hecho, el principal reto lo representa el aumento del coste de las materias primas, que tiene un impacto negativo a lo largo de toda la cadena de valor. El alza no sólo afecta a los insumos, es decir, a los fertilizantes y fitosanitarios, sino también a la electricidad, el vidrio, las cajas de embalaje, los contenedores y el material de construcción, lo que dificulta la modernización de las bodegas. Esto impide realizar nuevas inversiones, especialmente las que deben responder al reto de la transición agroecológica del sector vitivinícola europeo.
Por ejemplo, en Italia, en el tercer trimestre de 2021, el aumento de los precios de los insumos se puede estimar entre el +8% y el +12% (a veces con dificultades de abastecimiento), pero los precios de la energía han experimentado aumentos de hasta el +24,4%.
También es bastante crítica la situación del transporte (sobre todo en el extranjero), que además de tener unos costes que incluso se han duplicado, muestran cierta dificultad para el abastecimiento y graves retrasos en la entrega de los productos, que a menudo acaban convirtiéndose en costes adicionales. Sin embargo, por el momento, los precios del vino no han aumentado lo suficiente como para absorber el incremento de los costes, que pagan principalmente los productores.
El debate y las propuestas en Francia y España sobre el incremento del salario mínimo, aunque legítimo y justo, tendrá un impacto adicional en el coste de la mano de obra agrícola.
Otro elemento desestabilizador que preocupa a los productores de las cooperativas vitivinícolas francesas, españolas e italianas es el posible restablecimiento de algunas restricciones en el sector Horeca debido a la pandemia de Covid-19 y el potencial impacto en el consumo de vino como ocurrió en la primera fase de la pandemia.
Por lo tanto, el sector sigue siendo económicamente frágil y el incremento de los precios ligado a una menor cosecha da una imagen muy parcial o muy distorsionada de la situación económica sobre el terreno.
Además, es necesario pensar en dar estabilidad a medio plazo al mercado, porque, por ejemplo, los compradores dan prioridad a tener una oferta estable en cantidad y si un vino ya no es capaz de garantizar una determinada cantidad de forma estable, entonces sale de la lista de compradores. La reducción de la producción no puede ser la solución y esto debe quedar claro cuando se habla de la estrategia «De la granja a la mesa», una estrategia que corre el riesgo de conducir a una disminución de la producción y a un aumento relativo de las importaciones.