El futuro de los mercados agrarios
Artículo de opinión de Andrés Góngora Belmonte, Secretario Provincial de COAG Almería, sobre la situación y el futuro de los mercados agrarios, publicado en la Revista ECA Fruits.
Los titulares de mediados de agosto dejan a los agricultores y agricultoras de Almería serios motivos de reflexión sobre la pregunta que motiva este artículo: ¿Cuál es el futuro de la comercialización para los mercados agrarios?
Asuntos como la caída de precios de hasta un 50% que han experimentado frutas como el melón y la sandía en La Mancha a final de campaña, cuando más vulnerable se encuentra el agricultor/a; el colapso en el mercado exportador andaluz debido a los problemas productivos ocasionados por la sequía permanente ya; o el listado publicado por la AICA para el tercer trimestre del año con sanciones a más de un centenar de empresas alimentarias entre las que se encuentran grandes cadenas comercializadores como Carrefour o García Carrión, son todos ellos asuntos preocupantes y que afectan directamente al agricultor pequeño y mediano que, dedicándose profesionalmente al sector, siguen siendo, junto con el consumidor, el eslabón más vulnerable. Ni gobiernos, ni leyes o normas ni, por supuesto, mercados, consiguen proteger o fortalecer al agricult@r ni al consumid@r, siendo el primero el pilar y sostén de la cadena, además de generador de riqueza; mientras que el segundo debería poder ejercer cada día más su influencia sobre los mercados, a través de la fuerza y el poder que supone su toma de decisiones.
Con la aprobación de la Ley de la Cadena Alimentaria 12/2013, España se convirtió en pionera en la regulación de las relaciones comerciales entre los agentes alimentarios, contribuyendo a un mejor funcionamiento. Una iniciativa que hay que seguir perfeccionando y mejorando, como ha ocurrido recientemente al abordarse una reforma de la norma en la que se incluye el incremento de los costes de producción. Sin embargo, este intento de acercar la legislación a los mercados para que reflejen el máximo posible de su realidad, sigue quedándose corta pues, al final quienes toman las decisiones sobre los costes de producción y su cuantía son los mismos operadores que hacen uso ilegítimo de las importaciones como elemento de distorsión de los mercados. Así que hay que permanecer también alerta sobre estas práctica, llevando la atención, a nivel político y social, sobre ellas.
Sin embargo, sigue siendo evidente que el modelo comercializador sostenido hasta ahora no es ni rentable ni beneficioso para los agricultores. Al final, son las comercializadoras quienes deciden, por los agricultores, especulando sobre su margen de pérdidas o beneficios, dando lugar a los altos niveles de incertidumbre, indefensión y desprotección que sufre el agricultor/a de a pie en su día a día.
Los canales de distribución, obligados a cerrar los acuerdos comerciales bajo contrato manipulan el sector a su antojo y no trasladan esos contratos (prescritos en la ley de la Cadena) al agricultor hasta que a ellos les conviene. El futuro de los mercados agrarios pasa, por tanto, porque el agricultor se responsabilice del mismo. La formalización de contratos al comienzo de cada campaña es una de las solucione, la más a mano. La reivindicación de unos precios justos para nuestras producciones es otra, sobre todo en estos momentos en los que el sector se encuentra al borde del colapso ante la sequía y la subida de costes.
Así, como horizonte de futuro es deseable hacer más transparentes las relaciones comerciales y construir una cadena alimentaria eficiente desde el primer eslabón, generando valor y no destruyéndolo.
Todo ello sin olvidar la batalla más expuesta de todas, la de la regulación de las importaciones descontroladas de terceros países hasta que se vean involucrados en la obligatoriedad de la formalización de contratos por escrito, y no solo en lo que respecta a prohibiciones y sanciones.
Hasta ahora los agricultores y agricultoras no hemos sido tenidos en cuenta en las decisiones tomadas. Las empresas buscan rentabilidad y los mercados también. Y el resultado está siendo la mercantilización de la alimentación por encima de las necesidades sociales. Por eso , el futuro de los mercados agrarios es que llegue la hora en la se dejen de favorecer intereses especulativos, de beneficiar a las empresas agroexportadoras en perjuicio de las personas, de productores y productoras y del derecho a la alimentación. Hay que activar medidas que salvaguarden nuestros mercados ante la amenaza que este modelo comercializador despliega y que se traduce en la destrucción de nuestro tejido productivo. Hagamos cumplir nuestras normativas de producción en materia medioambiental, laboral y de derechos humanos a todas las producciones, protegiendo así al consumidor de fraudes en el etiquetado o de modelos de producción alejados de nuestros requerimientos de calidad.