Aceite de oliva «Low Cost»: una carrera hacia el abismo
Por Antonio J. Jiménez Secretario de ES Andalucía.
Según los datos del Ministerio de Agricultura los precios del aceite de oliva en origen en España de esta campaña se sitúan en el orden de un 16% menos que la campaña anterior y un 43% menos que hace dos campañas. Es decir, a punto de finalizar la campaña 2018/19 el precio medio del aceite de oliva en origen apenas supone los 2,28 euros/kg (AOVE: 2,51 €/kg; AOV: 2,24 €/kg, AOL: 2,11 €/kg). Unos precios en origen que se han mantenido a un nivel inferior de la media de todos los países competidores y se sitúan, muy por debajo de los costes medios de producción que según el Consejo Oleícola Internacional (COI) lo estimaba ya en 2015 en 2,75 €/kg, y según la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO) en 2,73 €/kg en 2012.
Pero además, hemos podido comprobar como a lo largo del mes de septiembre, las grandes superficies han puesto a la venta el aceite de oliva virgen extra envasado a 2,59 €/litro y aceite de oliva a 1,99 €/litro, estableciendo una estrategia que utiliza el oro líquido como reclamo, lo banaliza y presiona a la baja la cadena de valor de este producto.
El sector del aceite de oliva se caracteriza por contar con una parte productiva de gran dispersión y un nivel muy alto de concentración empresarial en los distribuidores y comercializadores. No podemos olvidar que según el informe elaborado por la SCA Oleoestepa en 2018, ocho grupos de comercialización controlan el 35% del aceite de oliva total que se produce en España (unas 485.000 toneladas anuales). Otro 32% del aceite comercializado en nuestro país (unas 448.000 toneladas anuales) se encuentra en manos de 658 almazaras cooperativas y el 33% restante se encuentra en manos de 852 almazaras industriales (unas 462.000 toneladas anuales).
A esta estructura hay que añadir que, según la Agencia de Información y Control Alimentarios (AICA) en 2017 las 5 primeras empresas envasaron más del 69% del total del aceite de oliva consumido en España. Un sector en el que el 95% de las ventas de aceite de oliva se realizan a través del canal de la gran distribución, donde las ventas de aceite de marca distribuidor alcanzaron en 2018 el 61,2% del volumen y el 58,8% del valor, mientras que la primera oferta marquista alcanzó el 11,6% y 12,9% respectivamente y la segunda el 6,9% y el 7,2% según fuentes de Alimarket. Es decir, en unos pocos grupos de la gran distribución se concentra la toma de decisiones para implementar estrategias de precios que tiran del resto del mercado. De manera que, es posible obtener mayores beneficios vendiendo a menor precio, con un margen muy pequeño, pero resulta fácil que este tipo de modelo de negocio acabe siendo insostenible a medio plazo, y mucho más a largo plazo.
No cabe duda que una reducción en el precio del aceite facilita la decisión de compra del consumidor, pero a costa de reducir también el margen de beneficio del producto, un margen muy estrecho que genera una asfixia económica de la parte productiva del sector al vender por debajo de los costes de producción y utilizar el aceite como producto reclamo.
Este daño en la rentabilidad de las explotaciones se extiende a lo largo de las más de 2,6 millones de hectáreas de olivar de nuestro país, que genera en torno al 0,6% del PIB nacional y desarrolla un importante papel social, económico y medioambiental, aportando riqueza y evitando el despoblamiento de nuestro entorno rural. Además, el beneficio de ciertas empresas no siempre se ve incrementado con la estrategia low cost del aceite de oliva. De hecho, los menores márgenes provocan una disminución del presupuesto dedicado a otras áreas de la empresa. Una vez perdida la carrera de las mejoras de eficiencia, desarrollos de innovaciones o aplicación de tecnología, se accede a la espiral en el que se empieza a dañar a los proveedores, se rebaja la calidad, o se compromete la propia estructura productiva con una cuenta de resultados cada vez más exigua.
Precisamente, analizados los balances de 2017 y 2018 de las 10 principales industrias del sector podemos comprobar que 7 de ellas disminuyeron el importe neto de la cifra de negocio, si bien, sólo a 3 de ellas llegaron a afectar el resultado del ejercicio.
La teoría económica dice que la estrategia competitiva basada en costes es una de las estrategias básicas que puede llevar a cabo una empresa a la hora de competir y consiste en que una empresa logra unos costes totales inferiores a los de la competencia, sin que ello afecte a la calidad del producto o servicio que ofrece la empresa. Pero la realidad es que en el escandallo de costes de un litro envasado de aceite, el 70% es el coste de la materia prima, el 5% son márgenes netos de toda la cadena y el restante 25% son costes de envasado y distribución. Por tanto, la aplicación de la estrategia basada en costes a este producto repercute casi exclusivamente en el precio de la materia prima, y por tanto son los agricultores los que sostienen sobre sus hombros esas estrategias low cost. Irónicamente, en muchos casos son las estructuras creadas por los agricultores las que aplican esas teorías de estrategias basadas en costes y por tanto, son las que provocan continuas bajadas de precios, asfixiadas por un mayor volumen del que pueden comercializar. Aplicando el refranero español, “mordiendo la mano del que te da de comer”.
Además, cuando una empresa se posiciona en precios bajos, también se posiciona como menos confiable, de menor calidad y de menores garantías. Bajar el precio es una elección efímera, porque mañana habrá alguien más barato que tú, y de un solo eje, porque o eres el más barato o no lo eres. El problema de la carrera hacia el abismo con la bajada de los precios en el aceite de oliva es ganarla. No debemos olvidar que el precio es la variable más fácilmente imitable.
A la larga, ser el más barato es el refugio para las empresas que no tienen el instinto de diferenciarse quedándoles como única opción la de esforzarse por ganar volumen, en lugar de afanarse en logar un producto por el que valga la pena pagar. Una caída a la que puede arrastrar a una parte importante del sector, por lo que la estrategia de bajar precio o ganar volumen es muy reprochada en los Consejos de Administración o en las Juntas Directivas con un mínimo de solvencia empresarial.
Y siempre queda la excusa de echarle la culpa a otro: “los precios los marca el mercado”, ….“hay que vender”, …… “la gran distribución presiona a la baja”. Pues bien, nuestros vecinos italianos compiten en los mismos mercados y lo han liderado durante años, diferenciándose, aplicando estrategias de marketing, y vendiendo el mismo producto que nosotros, pero con márgenes en toda la cadena que a nosotros nos resultan inimaginables.
En este sentido, la estrategia para competir en un entorno de bajos precios más bien se dirige a diferenciarse en aspectos que hacen único tu producto, potenciando características difícilmente replicables por la competencia. Un aspecto que en el sector oleícola puede llevarse a cabo de diversas maneras como a través de localismos (social, ambiental, edafológico o climático), modelos tradicionales de procesado, procesados especiales o únicos, modelos ecológicos, uso de variedades locales o singulares, figuras de calidad (D.O., IGP, ETG,..) etc.. Esta es la garantía para mantener un tejido productivo tan importante para nuestro país evitando que desaparezcan explotaciones por escasa rentabilidad y mantener el liderazgo internacional que nos merecemos, lo otro…es otra cosa.
A estas alturas de la campaña y ante la situación de precios en origen en el que se encuentra nuestro olivarero, reconocida por el Secretario General de Agricultura el pasado 25 de septiembre, necesitamos de un apoyo tajante de las administraciones europeas, nacionales y regionales. Una situación en la que urge la necesidad de revertir la coyuntura de precios y normalizar esta distorsión del mercado, aportar más transparencia, establecer controles de calidad y pureza, sancionar la venta a pérdidas, así como habilitar mecanismos de autorregulación y la activación del almacenamiento privado.
Por todo ello, desde ES Andalucía consideramos que es de justicia reivindicar y apoyar estas consideraciones que afectan a todas las cooperativas olivareras de nuestros municipios, en defensa del modelo de olivar tradicional y unos precios justos que garanticen la renta de los agricultores y el futuro de nuestros pueblos. De manera que nuestra organización se sumó y animó a todo el sector olivarero a participar en la movilización del pasado 10 de octubre en Madrid en defensa de estos principios y valores.
La Organización de Entidades de la Economía Social Agroalimentaria de Andalucía, ES Andalucía, vela por los intereses de sus asociados, así como por el fomento de la exportación e internacionalización que aporte valor añadido al producto y a toda la cadena de valor. Desde ES Andalucía, mantenemos un diálogo constante con las instituciones para promover iniciativas encaminadas a la mejora social, laboral y económica de sus asociados, además de ofrecer asesoramiento sobre novedades en los distintos sectores agroalimentarios.