Una campaña al límite por un sinfín de vaivenes
Adoración Blanque, presidenta de ASAJA Almería, nos deja un artículo de opinión en el que analiza la situación del sector hortofrutícola de Almería en el transcurso del último año.
La última campaña hortícola deja un sabor agridulce a la mayoría de agricultores de la provincia, por no decir amargo. Tras realizar nuestro balance anual confirmábamos que, esta campaña que podría haberse posicionado como una de las más destacables de los últimos años, finalmente se ha visto lastrada por un sinfín de vaivenes y situaciones muy enrevesadas para el agricultor. El inasumible incremento de los costes de producción ligado a las inclemencias meteorológicas entre otras cuestiones, han empañado los buenos precios figurados en pizarra.
Durante estos meses los agricultores han visto como poco a poco todo se desestructuraba, y la rentabilidad esperada después de su sacrificio se alejaba cada vez más. Si fijamos nuestra atención en la producción bajo cubierta, destaca el calabacín en segundo puesto después del pimiento que repite como “rey” de la producción hortícola almeriense alcanzando las 12.627 hectáreas. Sin embargo, aunque desbanca al tomate un año más, este sorprende con un precio medio de un 34% por encima de la campaña anterior y un esperanzador aumento en el valor de la producción, situado en un 14%.
No obstante, la campaña al aire libre se ha visto afectada por más turbulencias. Más del 150% ha sido el incremento del precio medio de la sandía y el melón en las últimas semanas, un precio que no ha llegado a sus productores, y un lujo que no han podido permitirse muchos consumidores. Los agricultores se han enfrentado a algunas situaciones nuevas y otras que no lo han sido tanto: diversas inclemencias meteorológicas destructivas para estos cultivos desprotegidos; unas graves afecciones fitopatológicas; y un goteo despiadado de robos en los cultivos de sandía.
Asimismo, el sector se enfrentaba esta campaña a una duradera huelga de transportistas y a una catástrofe mundial como ha sido la guerra desatada en Ucrania; una problemática que se ha visto reflejada en los números debido a la inflación que ha generado en el país y que ha golpeado sin precedentes al sector agroalimentario. Tememos que la situación se prolongue y nos tengamos que enfrentar a nuevas adversidades que nuestras producciones no puedan soportar. De esta forma, no se le puede recriminar al agricultor que se sienta indefenso ante esta situación, es totalmente comprensible su deseo por salir a la calle a expresar su indignación; ya que se agotan los recursos para impedir que continúen estas prácticas abusivas de quienes están aprovechándose de este incesante incremento de los costes.
Que el sector tiene muchos frentes abiertos es algo indiscutible, pero que la repercusión por la falta de vigilancia de la competencia desleal de Países Terceros resulta ya más que una evidencia. Esto es una batalla que año tras año nos acontece y que debe solucionarse cuanto antes. Almería no puede competir ni con Marruecos, ni con Turquía, ni con otros Países Terceros; por lo que seguimos reclamando una defensa en Europa que exija el cumplimiento de los convenios y luche por una política comercial justa y equitativa; tan necesaria para un sector estratégico como el nuestro.
Además, estos días nos llegan noticias en forma de jarro de agua fría desde Bruselas con respecto al visto bueno del Plan Estratégico Nacional de la PAC; donde una vez más los agricultores y ganaderos andaluces quienes representan un 33% de los perceptores de la PAC, serán los afectados con su entrada en vigor en 2023. En ocasiones, parece que nuestro incesante esfuerzo por hacernos eco no es suficiente, ya que solo pedíamos una PAC adaptada a las necesidades del sector de nuestra provincia y con objetivos realistas capaces de ejecutar. Si a esto le sumamos que los costes de producción se han incrementado un 30%, la sostenibilidad económica de las explotaciones es cada día más difícil. La sensación de que algo no marcha bien es unánime, al menos para el agricultor; por ello es preciso tomar todas las medidas posibles para atajar la situación.
En la misma línea, deberíamos situar la necesidad de actuaciones que contribuyan a la incorporación de mujeres al mundo rural, tan indispensables como vitales para este sector. De hecho, según el INE en 2021 solo un 2,1% de la población española dedicada a la agricultura, ganadería, silvicultura o pesca eran mujeres, frente al 5,7% constituido por hombres. Desafortunadamente, aunque continúa siendo un sector muy masculinizado, lo cierto es que cada vez hay más mujeres responsables al mando de explotaciones agrarias y cooperativas, y líderes en empresas; logros que demuestran una evolución que no debe parar. Es fundamental poner de relevancia y en reconocimiento, que el trabajo de estas mujeres es esencial tanto en el ámbito social, como económico, cultural y medioambiental.
Por este motivo, las mujeres solo continuarán avanzando en este trasiego si desde el Gobierno le allanan el camino. Además, insistimos en la obligación de mitigar la despoblación en los municipios rurales, ya que resulta cada vez más preocupante como los jóvenes no visualizan un futuro en sus pueblos y optan por rehacer sus vidas fuera, motivando el abandono de las tierras. Por ello, la labor de las mujeres rurales es crucial para que el mundo rural siga vivo y no envejezca. Al parecer gracias a la constancia de las protagonistas y las asociaciones de mujeres rurales, tanto las instituciones como la sociedad parecen ser más conscientes de la gravedad del problema. Las mujeres suponen una pieza clave para poner freno a la despoblación, por ello se les debe facilitar las herramientas necesarias para paliarlo.
Y es que ahora al ver los números y la rentabilidad de la última campaña, muchos agricultores y agricultoras ya han comenzado a planificar su próxima cosecha y las distintas actuaciones que se llevarán a cabo, porque la presión no debe parar. Creo que a estas alturas realizar una buena planificación es vital, al igual que defender el precio y la calidad de lo que se produce. Por ello, insistiremos en defender nuestro modelo productivo familiar y sostenible; con bases sólidas, creciendo en estructura, y consolidándose como el soporte que proporcione al agricultor y ganadero todo lo que necesite tanto en servicios especializados, como en la defensa de sus intereses.
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