¿Qué aportamos las empresas de semillas?
Por Eduard Fitó, presidente de la Federación Internacional de Semillas
Cuando alguien me pregunta qué hacemos las empresas de semillas, yo le contesto que, en Fitó, lo que hacemos es averiguar las necesidades de nuestros clientes y darles una solución a través de nuestras semillas. Si esa variedad ya existe, se la ofrecemos y si nos la compra, todos contentos. Si no, nuestros investigadores entran en acción y sacamos una nueva variedad que cubra esa necesidad.
Pero desde la presidencia de la Federación Internacional de Semillas (ISF), esa respuesta debe ser algo más general. No solo qué aportamos a nuestros clientes. Creo que es fundamental explicar qué aportamos como sector en su conjunto. Y cuál es nuestro papel en la sociedad. E incluso, por qué es bueno que ese papel lo hagamos nosotros. Agradezco, pues, que me den esta oportunidad para explicarme.
Para empezar, les diré que nosotros trabajamos para conseguir una agricultura sostenible y una seguridad alimentaria. Somos conscientes de que el mundo debe alimentarse y debe hacerlo de forma sana. Afortunadamente, hace años que no hablamos de hambrunas. Y en los años que se habló, fue más por cuestiones políticas que por otra cosa. Pero a mí, no se me escapa ver como en nuestras ciudades, los barrios pobres sufren más de diabetes y obesidad que en los barrios ricos. Y en parte, se debe a lo cara que puede ser la verdura de calidad respecto a un producto hipercalórico de grasas saturadas.
Hacer verduras sabrosas sin que su coste suba debido a un bajo rendimiento o un desperdicio excesivo de la planta hasta llegar al plato afecta, sin duda, a esa calidad en la alimentación de nuestros ciudadanos. Así que quizás no deberíamos de hablar solo de seguridad alimentaria sino también de una alimentación segura y saludable. Aportando variedades con más rendimiento y mejor postcosecha es nuestra contribución a esa meta.
Esa producción agraria en forma de alimentos, pienso o fibras textiles debe hacerse de forma sostenible. Es decir, eficientemente y sin usar recursos finitos. Las tolerancias genéticas a enfermedades y plagas están reduciendo drásticamente desde hace años el uso de pesticidas. Tolerancias a estreses bióticos como el calor y la sequía, permiten racionalizar recursos tan escasos como el agua. Creo que estos son buenos ejemplos de como estamos consiguiendo una agricultura más sostenible.
Para alcanzar ese mundo, la ISF trabaja para hacer llegar a todos los agricultores del mundo semilla de calidad y promover la investigación en el mejoramiento genético. Es verdad que hay quien también podría hacerlo; los gobiernos, Centros de investigación públicos y ONG’s. Y no estamos en contra de que lo hagan. Todo lo contrario. Pero la ISF reúne a unas asociaciones de semillas nacionales y unas empresas que, como Fitó, persiguen esa visión a través de un modelo autosostenido. Vendemos soluciones genéticas a los agricultores para que ellos consigan alimentar el mundo a través de una agricultura sostenible. Y reinvertimos una buena parte de esos ingresos en I+D. Y esto, sencillamente me encanta y enorgullece.