«No es una opción»
De un tiempo a esta parte se lanzan una y otra vez advertencias, que no son mensajes del tipo lentejas, que si quieres las comes y si no las dejas, sobre la competitividad en sectores estratégicos, como el agrícola en el caso de Níjar. Y aunque para algunos de los instalados en el ruido, y critica que algo quedará, sea muy difícil de entender, el problema está en que si no nos subimos a ese carro y nos ponemos a tirar de él, es muy posible que nos quedemos fuera del mercado. Hacer lo mismo que en otros lugares, sin aportar hechos diferenciadores cuando desde hace años se vienen recibiendo fondos públicos para ese fin, tiene el riesgo de que un día se corte el grifo y a muchos les pille con la tarea por hacer.
Por Esperanza Pérez Felices, alcaldesa de Níjar
En el caso de la agricultura de Níjar vamos por el buen camino, y muestra de ello es que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, venga aquí a nuestra tierra para anunciar uno de los paquetes de medidas más importantes de apoyo al agro que se han dado los últimos años. Pero este apoyo no quiere decir que ya estemos a salvo. Se han dado pasos de enorme importancia como el hecho de apostar desde hace años por lo ecológico. Pero al final eso también termina convirtiéndose en un estándar, y hay que ir alimentando constantemente el modelo con garantías y novedades que nos permitan ser los preferidos por los clientes, nuestros clientes, que principalmente están al otro lado de los Pirineos.
Ahora piden que lleguemos antes, pero contaminando menos. Y bueno, creo que con el puerto seco de Níjar se conseguirá solucionar esa papeleta. Y para que nos hagamos una idea de la importancia que tiene, sólo tenemos que fijarnos en el intento que han hecho y seguirán haciendo los productores de lechugas del levante para que esa infraestructura, un centro logístico al que pueda entrar el tren, esté allí y no aquí aun pagándolo ellos de su bolsillo, lo que para gobiernos conservadores puede ser muy tentador. Y menos mal que esta es una infraestructura diseñada desde la Unión Europea, que de no ser así, igual hubiésemos tenido que ir a Murcia a cargar nuestros tomates con destino a los mercados de Centroeuropa.
Otra gran exigencia del mercado es la sostenibilidad, tanto energética como social. Hasta ahora nos bastaba con vender sol y horas de luz como fuente de energía, pero poco a poco van pidiendo que nuestros invernaderos sean cero emisiones. También vamos por el buen camino, y proyectos como el de la geotermia de Níjar nos ayudarán a contar con ese hecho diferencial entre nuestras credenciales de competitividad.
Ahora bien, la tarea que no podemos olvidar y por la que tenemos que apostar, incluso pidiendo que se callen de una vez los que no hacen mas que armar ruido en este sentido, es la sostenibilidad social. Europa no quiere tomates manchados de mala imagen, y no pueden ser nuestros propios políticos quienes embarren continuamente nuestro nombre.
Son muchos los ataques recibidos que podemos recordar, y remontarlos, aún sabiendo que posiblemente estarían orquestados desde nuestra propia competencia, costó una cantidad ingente de recursos que podrían haberse invertido en ser aún más competitivos. Por eso no acabo de entender cómo podemos permitir que sean políticos de aquí los que se empeñen en que nos vean como lo que no somos, antiinmigración o temerosos de entender otras culturas, cuando al mismo tiempo son nuestra mano de obra. Y sí, habrá cosas que mejorar, pero dar tantas falsas pistas al enemigo no es muy inteligente.
Competitividad no es sólo vender al mejor precio, sino poseer una marca que nadie cuestiona porque saben que detrás hay un modelo solvente, seguro y en el que se puede confiar. Ahora nos toca decidir si trabajamos en ese sentido o dejamos que esos pseudo políticos sigan dinamitando la imagen de la agroindustria desde nuestra propia casa.
Y dejar que hablen por hablar, les aseguro que no es una opción.