Las nuevas variedades de cereal: la industria obtentora al servicio del agricultor
La industria obtentora de nuevas variedades vegetales en nuestro país está formada por compañías y centros públicos dedicados a la generación de valor añadido en el sector agroalimentario a través de la investigación, el desarrollo y la explotación de nuevas variedades vegetales.
Estas compañías y centros públicos invierten de media un millón y medio de euros en el desarrollo de cada una de las variedades, siendo necesario la realización de largos programas de mejora genética con una duración en torno a 10 años. Partiendo desde la observación y selección de los mejores parentales que porten en su genoma aquellos caracteres que manifiestan determinados parámetros de interés para el obtentor, y durante este tiempo que invierte el mejorador para el desarrollo de una nueva variedad, es necesario la realización de numerosos cruzamientos controlados que consigan transmitir aquel carácter genético deseado a los individuos resultantes de dicho cruzamiento. A continuación, se eligen únicamente aquellos individuos que manifiesten las características deseadas, y tras sucesivas autofecundaciones se logra fijar en la descendencia dicho carácter.
Para la realización de este trabajo de mejora genética vegetal se requiere la participación de personal muy cualificado y con una dilatada experiencia en esta materia, cuyo objetivo será crear nuevas variedades que aporten aquellas características agronómicas que el mercado demanda.
Pero no todos los programas de desarrollo finalizan con la inscripción en los registros oficiales de una nueva variedad. En España, existe un requisito para que una nueva variedad que ha sido desarrollada por un obtentor pueda producirse con destino a su comercialización, es decir, la producción de la semilla certificada que llegará en primer lugar a los multiplicadores y finalmente al agricultor. Este requisito, previo y obligatorio, es la inscripción de la nueva variedad en el Registro de variedades comerciales. Y para que la nueva variedad logre esta inscripción, esta debe pasar por una serie de exámenes oficiales auspiciados por un organismo público, la Oficina Española de Variedades Vegetales (OEVV).
Estos exámenes oficiales tienen como objetivo garantizar, principalmente al agricultor, y también al resto de actores que existen en el sector agrícola, que cada nueva variedad objeto de inscripción supera unas exigencias estandarizadas, y a su vez, generar un impulso de la mejora varietal. Para ello la OEVV dispone de una amplia red multi-local de campos de ensayo de cultivo que se encuentran distribuidos por toda la geografía española, lo que permite conocer la adaptación de estas nuevas variedades a numerosas zonas edafoclimáticas diferentes.
Este procedimiento de control consiste en la realización de dos exámenes a cada una de las variedades que optan por obtener su inscripción en el registro de variedades comerciales. En primer lugar, la realización de un examen técnico que compruebe que la nueva variedad dispuesta para su inscripción expresa unas características que la hacen claramente diferente de cualquier otra variedad cuya existencia sea conocida, que esta variedad es suficientemente uniforme en sus caracteres específicos y a su vez que sus caracteres específicos se mantienen inalterados después de sucesivas generaciones. A este examen técnico se le denomina “examen DHE” (Distinta, Homogénea y Estable).
En segundo lugar, un examen que comprueba si la nueva variedad a inscribir posee suficiente valor agronómico o de uso, lo que quiere decir, que el conjunto de las cualidades de esta variedad al cultivarse en una zona determinada, y en comparación con otras variedades registradas, representa una clara mejora, bien en relación a su cultivo, productividad, o respecto a otras características favorables.
Estas nuevas variedades que son presentadas a inscripción cada año por la industria de la obtención en España, tienen como objetivo satisfacer los requerimientos y exigencias del agricultor, el procesador y el consumidor final.
Las actuales condiciones climáticas cambiantes en nuestro país, como precipitaciones cada vez más inestables, un incremento de los periodos de sequía y un aumento de la duración de los periodos con temperaturas son superiores a las medias registradas, son una amenaza a la rentabilidad de las explotaciones del agricultor y su principal preocupación en la actualidad. El reto del sector obtentor es desarrollar esas nuevas variedades que se adapten a estas variaciones climáticas conocidas comúnmente como “cambio climático”, de modo que la mejora genética vegetal sea, una vez más, una herramienta efectiva para contribuir a la sostenibilidad económica del agricultor.
Actualmente, se están llevando programas de desarrollo de nuevas variedades vegetales de cereal cuyo objetivo es seleccionar aquellas plantas que expresen una mayor eficiencia en la asimilación del agua. Para ello se están llevando ensayos en zonas con grandes déficits hídricos donde puedan seleccionarse aquellos individuos que presenten una resistencia mayor. Por tanto, podemos concretar que la resistencia al estrés hídrico y a las altas temperaturas es un criterio de selección primordial en la mayoría de los programas y sobre ello se está invirtiendo un gran esfuerzo por el obtentor a día de hoy.
También se están desarrollando programas de obtención de variedades de cereal buscando una mayor plasticidad en sus ciclos y que tengan índices de vernalización de mayor amplitud, es decir, variedades menos sensibles al efecto de los condicionantes ambientales durante el periodo entre el inicio de la antesis y la completa formación del grano. Este periodo que tiene una duración aproximada de tres semanas, es un intervalo de tiempo crítico para el rendimiento productivo final del cereal. Durante el mismo, las temperaturas elevadas merman considerablemente la cosecha del agricultor. Por consiguiente, estos programas buscan obtener variedades más precoces a espigados y con un llenado de grano más rápido, sin olvidar, mantener ciertos parámetros como es la resistencia al frío invernal o la fotosensibilidad durante la fase vegetativa.
El objetivo de estos programas de desarrollo es obtener variedades mejoradas que posean un mecanismo de adaptación, sobre todo en la fase final del ciclo vegetativo, que permitan asegurar la cosecha al agricultor a pesar de condiciones climáticas adversas.
Por último, otro factor que limita la rentabilidad económica del agricultor cerealista es la incidencia sobre el cultivo de enfermedades, normalmente producidas por virosis o por infecciones fúngicas. Combatir contra ellas con tratamientos curativos, una vez infectan al cultivo, genera al agricultor un elevado coste que incide directamente en la rentabilidad económica al final del cultivo.
La industria de obtención de nuevas variedades vegetales en España invierte un gran esfuerzo en la selección de variedades con tolerancias a estas enfermedades, que permitan al agricultor un desarrollo de su cultivo más sano y fuerte, sin incurrir en gastos de tratamientos. Además de ello, la constante evolución de estos agentes patógenos obliga al obtentor de nuevas variedades a anteponerse a ello, y a un desarrollo genético continuo con el fin de que el agricultor pueda contar cada año con variedades tolerantes a las infecciones provocadas por las nuevas variantes patógenas.
En resumen, las empresas y centros públicos dedicados a la obtención de nuevas variedades vegetales están trabajando constantemente en la planificación de nuevos programas de desarrollo con el fin de poner en manos del agricultor, en el menor tiempo posible, variedades que permitan incrementar la rentabilidad económica de sus explotaciones. Su objetivo común es incrementar los rendimientos, reducir el uso de productos químicos y mejorar la calidad de las cosechas, materializándose en una agricultura más rentable, competitiva y sostenible con el medio ambiente.
Además, se debe considerar que España es un país muy heterogéneo desde un punto de vista edáfico y climático, lo que es un reto para el obtentor, obligando a tener mayor diversidad de variedades, así como al desarrollo de variedades con mayor flexibilidad de adaptación a distintas condiciones.
Como conclusión, se puede afirmar que el esfuerzo y la gran labor que lleva a cabo la industria obtentora de nuevas variedades vegetales repercute directamente y de una manera favorable en la rentabilidad económica de las explotaciones del agricultor.