Estados Unidos: El consumo de aceite español gana al italiano
Es cierto que aun se relaciona el buen aceite de oliva, ese que triunfa en las mejores mesas del mundo, con el ‘made in Italy’, pero la realidad es que desde hace cinco años que los productores españoles han sobrepasado a su gran rival.
Los datos de las exportaciones hablan por sí solos: nosotros también sabemos vendernos con valor añadido. Así, las ventas al exterior sitúan a España como líder mundial absoluto y también entre los nuevos consumidores como China (Andalucía por sí sola ya presenta mayores cifras), India, Rusia, África de Sur, México y 50 más, a donde llega con marcas como La Española, Carbonell u Hojiblanca, entre otras.
Y es que en la última década los envíos de aceite al exterior se han duplicado, alcanzando 1,13 millones de toneladas, que se traducen en 2.726 millones de euros. Es decir, más del 50% de la producción se destina a un total de 166 países.
Por otro lado, en la actualidad España sigue siendo el gran proveedor de la industria aceitera italiana -copa el 42% de las exportaciones-, pues el país es deficitario y no llega ni a cubrir sus propias necesidades internas. De hecho, en 2014 las importaciones marcaron el récord de los últimos 20 años y generaron un déficit de 151 millones de euros.
En esta competición entre ambos estados el año del punto de inflexión fue 2010. Desde entonces, el zumo de aceituna español se vende un 25% más que el del vecino fuera de zona comunitaria. Y sigue creciendo. Eso sí, no conviene perder de vista a nuevos competidores como Australia y Chile.
Otro triunfo histórico del sector nacional se vivió el año pasado, cuando por primera vez se equiparó la comercialización de producto en Estados Unidos. Se trata de una gran victoria ya que el país norteamericano es el tercer consumidor mundial de aceite de oliva (294.000 toneladas), únicamente por detrás de Italia (600.000) y España (580.000).
Sin embargo, hay algo que no hemos logrado, y es el precio: el aceite de oliva nacional se sigue vendiendo un euro más barato que el italiano, lo que por un lado incita a pensar que el italiano está asociado al concepto de calidad. Pero, desde el punto de vista positivo, este hecho nos resta competitividad.