Demanda al alza y reservas en caída ¿Qué depara el futuro para el sector de los cereales?
El mercado global de cereales se enfrenta a un escenario incierto en un contexto de incertidumbre global. Mientras el consumo sigue en aumento, las reservas continúan disminuyendo. ¿Se avecina una tensión en los precios?
Por Julia Álvarez García, periodista
La reciente nota informativa sobre la oferta y la demanda de cereales publicada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), junto con el último informe del Consejo Internacional de Cereales (CIC) correspondiente a marzo de 2025, dibujan un escenario complejo en el mercado mundial de cereales. Los datos apuntan a una creciente presión sobre el equilibrio global entre oferta y demanda.
Según la FAO, el consumo mundial de cereales alcanzará los 2.868 millones de toneladas en 2024/25, lo que representa un aumento del 0,9 % respecto al ciclo anterior, impulsado sobre todo por un uso récord de arroz. Esta tendencia también es reflejada por el CIC, que estima para ese mismo periodo un consumo de 2.336 millones de toneladas, subiendo hasta 2.905 millones en 2025/26, con un incremento interanual del 1,33 %.
En este contexto, la FAO prevé una reducción del 1,5 % en las reservas mundiales, que quedarían en 873,3 millones de toneladas al cierre de la campaña 2025. Se trata de un ajuste que, aunque todavía deja un margen de abastecimiento global “relativamente holgado” (con una ratio reservas/uso del 30,1 %), refleja una tendencia preocupante: se está consumiendo más de lo que se produce, y el sistema global recurre cada vez más a excedentes almacenados para cubrir la demanda.
Tanto la FAO como el CIC coinciden en un dato inquietante: las existencias mundiales de cereales están disminuyendo. La FAO proyecta una caída del 1,5%, mientras que el CIC anticipa que las reservas pasarán de 577 millones de toneladas en 2024/25 a 578 millones en 2025/26, un aumento marginal del 0,17%, tras haber bajado 30 millones en el ciclo anterior.
Esta tendencia indica que la demanda sigue superando la capacidad real de producción sostenida, y que el sistema global continúa recurriendo a reservas acumuladas para satisfacer el consumo.
Además, el comercio mundial de cereales se encuentra en uno de sus niveles más bajos de los últimos años. La FAO ha rebajado su estimación para 2024/25 hasta los 478,9 millones de toneladas, una caída del 6,7 % respecto al ciclo anterior. Por su parte, el CIC también registra una contracción significativa entre 2023/24 y 2024/25 (de 459 a 416 millones de toneladas), con apenas una leve recuperación estimada para 2025/26 (424 millones).
Entre los factores que explican esta caída, destaca la reducción de las compras por parte de China, un actor que, hasta ahora, había impulsado buena parte del comercio global de cereales secundarios y trigo. Además, diversos países están adoptando estrategias de producción locales, priorizando la autosuficiencia alimentaria ante un contexto global de incertidumbre.
El equilibrio entre oferta y demanda comienza a mostrar signos de fragilidad. Si bien países como la Unión Europea, Argentina o la India esperan aumentos en su producción de trigo, otros grandes productores como Estados Unidos o Australia prevén descensos, lo que podría dificultar un equilibrio sostenido a medio plazo.
En términos de precios, este desfase entre demanda creciente, reservas en descenso y menor intercambio comercial puede traducirse en una mayor volatilidad.
Aunque las actuales ratios de existencias sobre consumo no señalan un riesgo inmediato, el sistema global de cereales está experimentando una creciente estrechez. A esta situación se suman factores climáticos, geopolíticos y logísticos, entre los que destacan las políticas arancelarias impuestas por la administración Trump en 2025. Estas medidas continúan impactando las relaciones comerciales internacionales y restringen el acceso de ciertos países a mercados clave, lo que añade una capa de incertidumbre al comercio global. Como resultado, el equilibrio en los precios podría volverse aún más inestable, afectando particularmente a los países más dependientes de las importaciones.
Los datos actuales, aunque prudentes, envían un mensaje claro: el sistema global de cereales sigue operativo, pero ha perdido la holgura que caracterizó a años anteriores.
En definitiva, los informes de la FAO y el CIC revelan un sistema agroalimentario global que empieza a manifestar signos de tensión debido a la creciente presión sobre los recursos y la demanda. En este contexto, el verdadero desafío será fortalecer la resiliencia del sistema, optimizar la producción y el comercio de cereales y, al mismo tiempo, garantizar una gestión eficiente de los recursos.
Además, será crucial adoptar un enfoque que priorice la sostenibilidad a largo plazo, integrando prácticas que no solo mantengan el equilibrio entre oferta y demanda, sino que también mitiguen los impactos del cambio climático y las disrupciones geopolíticas.