Cómo cambia la demanda de alimentación y bedidas
Menos tiempo para cocinar y grandes diferencias en los hábitos entre jóvenes y mayores: así cambia la sociedad a través de la demanda de alimentación y bebidas.
Durante los últimos 30 años, el Panel de Consumo Alimentario del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha ofrecido una herramienta de investigación científica sobre la evolución de la demanda de alimentos y bebidas en España. A través del análisis del consumo, se puede estudiar la evolución socioeconómica de la población con datos que ofrecen un alto valor empresarial, académico y para la toma de decisiones de las Administraciones públicas. La importancia de este panel ha hecho que el V Premio ASEDAS al mejor artículo publicado en la revista Distribución y Consumo de MERCASA haya recaído en el texto titulado “1987-2017, tres décadas del Panel de Consumo Alimentario”, de Víctor Martín Cerdeño, profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
En el artículo de Martín Cerdeño se observa cómo los hábitos de vida de los consumidores han variado a lo largo de los años: el consumo de alimentos como el aceite o los huevos –que se utilizan como ingredientes en la preparación de diferentes platos- experimenta un descenso ante la falta de tiempo para cocinar. La configuración de los hogares, más pequeños, se observa, por ejemplo, en el caso de los quesos, donde ganan terreno los que se presentan en porciones o envases que facilitan su conservación, así como los lights y enriquecidos.
Así mismo, la dieta mediterránea sufre ante un cierto estancamiento marcado por el consumo per cápita de frutas frescas, que presenta en 2017 niveles de consumo inferiores a los registrados en 1987. Las hortalizas, por el contrario, han experimentado una recuperación a partir de 2001, con los tomates, las cebollas y las lechugas, escarolas y endivias a la cabeza.
El panel de consumo estudia todos los tipos de hogares y observa las diferencias de consumo entre los jóvenes de menos de 35 años y los mayores de 65, que mantienen hábitos de una dieta más variada donde se registran los consumos más altos de carne, pescado y frutas y hortalizas frescas. Se trata de partidas que también son más destacadas en los hogares con alto poder adquisitivo donde, por ejemplo, en el caso del pescado, se consume lubina, rodaballo o salmón frente a los de bajo poder adquisitivo que optan por la sardina, la caballa, el mejillón congelado o el pescado salado. En el caso de las carnes, se observa la buena salud de la demanda doméstica de cerdo y grandes oscilaciones en carnes transformadas. Ambas son muestras del nivel de detalle que alcanza el panel en todas las categorías que estudia.
IV Premio: un llamamiento a la responsabilidad compartida para alcanzar la economía circular
Además, ASEDAS ha entregado su IV Premio a la socióloga y experta en consumo responsable María Rodríguez por su trabajo titulado “La empresa, el Estado, el consumo y el consumidor en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. El artículo pone el acento sobre la responsabilidad compartida que administraciones públicas, empresas y ciudadanos tienen en la consecución de los mismos.
La responsabilidad medioambiental del supermercado pasa por aplicar la economía circular en todos los procesos. Para ello, es necesario tener un esquema claro sobre el recorrido de los recursos naturales que utilizamos de manera que, una vez usados, tengan, a través de la separación, un tratamiento que permita reintroducirlos en el sistema y evitar que se conviertan en un desperdicio que termine en el entorno.
Los consumidores pueden influir en más del 30% de los ODS, alineándose así con empresas y administraciones para contribuir a un desarrollo económico, social y medioambiental sostenible. La acción conjunta es condición imprescindible para la consecución de dichos objetivos.
De este modo, uno de los ODS en los que consumidores y empresas de alimentación más deben colaborar es el número 12, sobre producción y consumo sostenible. Las principales recomendaciones del Pacto Mundial en este sentido son el uso eficiente de la energía y recursos naturales, el uso de materiales biodegradables, reciclables o reutilizables, el uso de energías renovables, el fomento del negocio con proveedores locales, la formación, la lucha contra el desperdicio alimentario, el eco-etiquetado y la inversión en economía circular.
Para leer los artículos:
1987-2017, tres décadas del Panel de Consumo Alimentario. Víctor Martín Cerdeño
La empresa, el Estado, el consumo y el consumidor en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. María Rodríguez