¿Qué es la agricultura regenerativa y por qué se impulsa desde la industria alimentaria?
Artículo de Opinión de Juan Sagarna, director del departamento de Sostenibilidad de Cooperativas Agro-alimentarias de España y que analiza y explica la agricultura regenerativa y los motivos por los que se está impulsando desde la industria alimentaria.
Por Juan Sagarna, director del departamento de Sostenibilidad, Calidad e Innovación de Cooperativas Agro-alimentarias de España.
Sin ninguna duda, la agricultura regenerativa es el concepto de moda. Los principales actores de la industria alimentaria mundial como Danone, Pepsico, GENERAL Mills, Cargill, Walmart, Nestle, Arla, Yara, Syngenta, o Mc Cain, entre otras, han declarado su intención de incorporarlo a sus protocolos de adquisición. Pero, además, trascendiendo del sector puramente vinculado al mercado alimentario, su importancia se debate en foros políticos y estratégicos. Algunos ejemplos; la última COP28 en la que se presentó la Agenda de Acción en Escenarios regenerativos; la apuesta personal y pública del Rey de Inglaterra, con respecto a este tipo de agricultura o incluso, a nivel español, la inclusión de la agricultura regenerativa junto con los productos ecológicos como sistemas agroalimentarios a promover en el pacto de gobierno PSOE-SUMAR.
Pero ¿qué es la agricultura regenerativa? No existe una respuesta única a esta pregunta puesto que no existe una definición legal ni tampoco consensuada. Intentaremos en la parte final del artículo llegar a alguna certeza, pero mientras tanto, analicemos lo que se dice desde distintos colectivos.
La visión defendida por la industria se centra en el suelo y la rotación de cultivos, destacando las ventajas para el secuestro de carbono y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, el alcance de tales afirmaciones sobre secuestro y reducción difieren y no implican que no puedan lograrse a través de otras prácticas o modelos. Las industrias mencionadas anteriormente se están tomando en serio la introducción de este concepto entre los requisitos a sus proveedores. La Alianza mencionada que se presentó en la COP28 estimó 180 millones de has en el 2030, con casi cuatro millones de agricultores implicados y una inversión de 2.200 millones de dólares para conseguirlos. Actualmente, sistemas de certificación como SAI-FSA y AENOR ya certifican en agricultura regenerativa.
Desde el mundo académico, la definición más utilizada procede de Schreefel, investigador en la Universidad de Wageningen que propone definir la agricultura regenerativa como: un enfoque de la agricultura que utiliza la conservación del suelo como punto de entrada para regenerar y contribuir a múltiples servicios de aprovisionamiento, regulación y apoyo, con el objetivo de que esto mejore no sólo las dimensiones medioambientales, sino también las sociales y económicas de la producción sostenible de alimentos.
Los principales objetivos según el mismo autor son: regenerar el sistema, reducir las externalidades medioambientales, mejorar el ecosistema, proporcionar bienes y servicios para garantizar la seguridad alimentaria, promover la prosperidad económica, mejorar la salud, la biodiversidad y el carbono del suelo, optimizar la gestión de recursos, paliar el cambio climático, mejorar la calidad y disponibilidad del agua y, mejorar el ciclo de nutrientes. Entre las prácticas y las actividades se incluyen, no laboreo o mínimo laboreo, aumentar la fertilidad del suelo, construir un ecosistema biológico, prácticas de pastoreo gestionadas y minimizar las entradas externas.
De momento las autoridades europeas, tampoco las españolas, han regulado nada al respecto, ni parecen tener previsto hacerlo. No es un concepto que estén integrando en su lenguaje, ni que aparezca como referencia en sus dosieres reglamentarios. Es justo decir que tampoco se han posicionado en contra, de hecho, dentro de la conocida ahora como red PAC se han creado grupos de trabajo y de expertos. Además, la UE tiene el compromiso firme de introducir reformas en el sistema productivo y está muy atenta al empuje de este enfoque desde la industria.
Puede existir desconfianza entre los representantes de otras formas de producción con las que puede compartir enfoques y prácticas. La agricultura ecológica podría considerar que le quita protagonismo, debido a que comparte con ella el discurso de la sostenibilidad. Para los defensores de la agricultura de conservación, la agricultura regenerativa no es más que una nueva versión de la suya a la que se añaden sinergias con la ganadería. La agricultura de carbono, a la que también le hace falta mucha concreción, compartiría el objetivo de convertir el suelo en sumidero de carbono. También restaría protagonismo al enfoque agroecológico (defendido como prioritario por Francia y parte de la Comisión) y a la producción integrada, aunque lamentablemente esta vaya quedado reducida cada vez más a la Gestión Integrada de Plagas.
Por lo anteriormente expuesto, y si bien no existe esta descripción compartida, si parece que cualquier sistema de agricultura regenerativa debería cumplir una serie de preceptos que se resumen en los siguientes:
- Tiene que provocar cambios positivos, es decir hay que introducir nuevas prácticas reconocidas. La agricultura regenerativa debe diferenciarse de la agricultura convencional, entendiendo esta como la extendida actualmente de forma mayoritaria.
- Va a llevar implícito un sistema de indicadores y monitorización (e incluso una certificación) para demostrar y trazar las nuevas prácticas y sus consecuencias.
- En ese sistema de indicadores uno de los que deberá contemplarse son las emisiones GEI emitidas y secuestradas por el agrosistema, ya que muchas empresas necesitan garantizar reducciones de entre 20-30% en la huella de carbono de sus productos. (esto no es una obligación, pero muchos agentes del agroalimentario y la propia FAO lo ha considerado como objetivo para el 2030).
- El objetivo es bascular desde agrosistemas centrados en la planta hasta el foco en el suelo, su cuidado mediante rotaciones, cubiertas vegetales, incremento de la materia orgánica del suelo y prohibición de un laboreo agresivo.
- No excluye los agroquímicos tradicionales, pero pone el acento en su uso justificado, con mucha base técnica y priorizando la utilización de los menos agresivos para el aplicador y el agrosistema.
- La circularidad y la priorización en el aprovechamiento de los recursos locales apunta a un mayor uso de fertilizantes orgánicos. En este último punto es donde la ganadería conecta con la agricultura regenerativa. Si en el caso agrícola existe una indefinición conceptual en el caso de la “ganadería regenerativa” la situación es todavía más confusa. En los países del norte esta se enfoca más en la restauración de pastos degradados y suelos orgánicos e incluso turberas. Pero de forma más general, podría concluirse que para que una ganadería fuese considerada “regenerativa” tendría que haber una simbiosis con explotaciones agrícolas en las que sus residuos se aprovechasen para mejorar suelos bajos en materia orgánica y por tanto explotar plenamente sus funciones ecosistémicas; producción agroalimentaria, sumidero de carbono, soporte de la biodiversidad, etc.
Puede que los grandes actores de la Cadena Alimentaria cambien en unos años de apuesta, pero actualmente para ellos la agricultura regenerativa es la alternativa clara a la hora de pedir al sector productor criterios de sostenibilidad. La industria está sometida a mucha presión social y accionarial para hacer cosas nuevas y con cierta solidez en sostenibilidad, y hoy esta es su apuesta, descartada la agricultura ecológica como un elemento que pudiera, en principio, superar cuotas de mercado del 10-20%.
Es innegable la necesidad de que la agricultura sea más sostenible, pero esta transición debe ir acompañada de recursos adecuados y espacio en el tiempo para que los productores puedan adaptarse y no dejen a nadie atrás. Las prácticas sostenibles deben ser flexibles, adaptadas a las condiciones de cada zona y garantizar sobre todo la viabilidad económica de la explotación. Es necesario apoyar los tres pilares de la sostenibilidad, económico, social y medioambiental, contando siempre con las agricultoras y los agricultores y su mejor instrumento organizativo, las cooperativas.