UPA: «Agricultura familiar para el futuro»
La agricultura y la ganadería en España afrontan inmensos retos. Somos una potencia, y lo seguiremos siendo en el futuro, pero es imprescindible que sentemos unas bases firmes para que el modelo familiar siga siendo la base que sustente el sistema agroalimentario europeo. Artículo del Secretario general de UPA que valora el 2023, en exclusiva para nuestro medio.
Lorenzo Ramos Silva. Secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos
El sistema agroalimentario es uno de los ejes sobre los que sustenta el estado del bienestar que disfrutamos en Europa y en España. El hecho de disponer de alimentos frescos de la máxima calidad y variedad, a un precio asequible para la mayoría de la población –a pesar de la actual inflación– es un hito histórico que la sociedad ha ido banalizando poco a poco, como se suelen banalizar las cosas que se dan por hechas, por el simple hecho de ser habituales, pensamos desde UPA.
No creo incurrir en falsedad si afirmo que la agricultura y la ganadería españolas están a la vanguardia mundial en calidad, competitividad, diversificación y consumo sostenible de recursos. Con ello no quiero decir, ni mucho menos, que nuestro sector agroalimentario sea perfecto, o que su coyuntura actual sea una foto maravillosa, un paisaje digno de enmarcar y colgar en un lugar destacado de nuestro hogar, creemos desde UPA.
Más al contrario, todo sistema complejo está sujeto a un permanente cambio, con cosas que empeoran y otras que mejoran, con problemas sobrevenidos que hay que ir afrontando y resolviendo según se van planteando. Es lo que nos ocurre a nosotros. La agricultura y la ganadería llevan alimentando a los humanos desde siempre, al menos desde que el desarrollo de estas prácticas nos permitió dejar de ser nómadas, hace unos 10.000 años.
En estos 10.000 años muchas cosas han cambiado, hemos visto desde UPA. Pero otras se mantienen inmutables, como son el hecho de que para alimentarnos debemos producir alimentos, y para ello debemos sembrar semillas y regar plantas para obtener su fruto, y criar y alimentar animales para poder comer su carne, su leche o sus huevos.
Ahora, cuando surgen voces que hablan de que en un futuro no muy lejano la carne se cultivará en laboratorios, o los vegetales se producirán sin tierra en el centro de las ciudades, yo quiero confesar que no creo que eso vaya a ser una realidad cotidiana para las generaciones venideras. Y es que el hecho de que algo sea posible no quiere decir que sea deseable.
En absoluto quiero dibujar un panorama estático, que niegue la modernización o los efectos de la tecnología sobre el modo de producir alimentos, pero sí creo sinceramente que seguiremos necesitando tierra, agua y sol como elementos básicos del sistema alimentario. Y para ello el sistema social que mejor puede organizar esa actividad económica es aquel basado en explotaciones de pequeña y mediana dimensión, gestionadas por hombres y mujeres que vivan y trabajen en pueblos, en localidades cercanas a la tierra en la que desarrollan su actividad productiva.
Obviamente esto no sólo lo creo yo. Instituciones como la Unión Europea se han percatado, tal vez con algo de retraso, de que las familias que nos dedicamos a la producción de alimentos somos una “especie” digna de protección, por todo lo tangible y lo intangible que aportamos a la sociedad. Y han comenzado, aún de forma muy insuficiente, a potenciar políticas de apoyo a nuestro colectivo.
También en España parece que nos hemos dado cuenta. Y en esta legislatura que ahora comienza podríamos lograr al fin una Ley de Agricultura Familiar, una de las reivindicaciones históricas de nuestra organización, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos. No somos ingenuos, sabemos que las leyes por sí solas no arreglan los problemas, pero sí son un primer paso imprescindible para afrontar tendencias negativas. Y la Ley de la Cadena Alimentaria es un buen ejemplo de ello.
Y es que la agricultura familiar está en crisis en España. En la última década, según el último censo agrario de 2020, la mano de obra familiar en las explotaciones ha pasado de 232.000 a 116.000 personas. También el porcentaje de titulares jefes de explotación ha descendido un 12,4%, mientras que el número de mujeres se ha incrementado un 15,8%, hasta rozar el 30% del total, una de las mejores noticias si nos fijamos en los datos macroeconómicos.
Sí, en la última década hemos perdido explotaciones y agricultores y ganaderos, alrededor de un 8%, y las explotaciones son un 7,4% más grandes. Además están más mecanizadas, y de ahí la pérdida de mano de obra contratada. A pesar de ello, más del 90% de las explotaciones siguen siendo de carácter familiar. Nuestra agricultura sigue siendo familiar, pero es cierto que con explotaciones más grandes y más tecnificadas.
Al mismo tiempo, desde UPA vemos que en nuestro país vivimos un proceso de despoblamiento de grandes áreas de nuestro medio rural, mientras que las grandes urbes siguen creciendo en población, con enormes problemas de acceso a la vivienda, de contaminación y de estilo de vida. Y yo me pregunto: ¿Es eso lo que queremos para el futuro? ¿Una sociedad completamente urbana, alejada de los pueblos y de la naturaleza? ¿Y un país despoblado e invertebrado?
Nosotros creemos desde UPA que no. Creemos que España y Europa deben reforzar las políticas de apoyo a la agricultura, la ganadería y las zonas rurales. Actividades y zonas que además serán claves para afrontar el reto climático, que sin duda marca ya nuestro presente y nuestro futuro.
Yo creo en una sociedad que progrese con justicia. Creo en una agricultura y una ganadería que sigan alimentando al mundo respetando los recursos naturales. Creo en una utilización adecuada de una tecnología que nos ayude a producir más con menos, mejorando la calidad de vida de los productores, pero sin olvidar la imprescindible dimensión social que todo fenómeno tecnológico tiene.
En definitiva, creo que en el futuro las familias seguiremos viviendo en los pueblos y dedicándonos a la agricultura y la ganadería. Pueblos que contarán con los mismos derechos y oportunidades que las ciudades, y desde luego con mayor calidad de vida, derivada de la menor aglomeración. Y dado que creo en un futuro así, trabajo cada día para lograrlo, porque aunque suene a tópico, es así: el futuro está en nuestras manos.