Cómo son y qué piden los jóvenes que se “quedan” en el agro
La necesidad de relevo generacional en el campo es una realidad reconocida por las instituciones y, por ello, se han multiplicado las ayudas para favorecer la llegada de savia nueva al agro, jóvenes que se “instalan” pero que exigen menos burocracia y servicios de calidad en los pueblos.
“Ayudas están dando, la verdad es que sí, pero tardan mucho, unos dos o tres años, y hay que movilizar muchísimos papeles”, explica Julio César Gilabert, un agricultor que tiene su explotación en José Antonio, una pedanía de Jerez de la Frontera (Cádiz). Se refiere a las ayudas que se conceden a los jóvenes agricultores que se establecen por primera vez como titulares de una explotación y que pueden ascender como máximo a 70.000 euros; están cofinanciadas por el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural y se enmarcan el segundo pilar de la Política Agraria Común (PAC).
El plazo para recibir estas ayudas puede dilatarse hasta cinco años, por eso, según reconoce, la ayuda de las familias es “fundamental” para poder llevar a buen puerto el negocio, hasta el punto de que considera “casi imposible” empezar en la actividad agrícola sin este apoyo, que supone contar con tierras o maquinaria.
En su caso, siempre había ayudado en la explotación familiar, además de trabajar en la construcción y como “jornalero” por cuenta ajena en otros terrenos; finalmente, decidió “quedarse” en el campo con el tiempo justo: se profesionalizó a los 39 años. Además de no superar los 41 años, se exige una formación -con criterios que fija la comunidad autónoma y que en su caso son cursos de formación profesional- y presentar un plan empresarial con el estado inicial de la explotación y el detalle de las actuaciones previstas por el emprendedor.
Una ganadera que visibiliza al colectivo
En esto coincide Lucía Velasco, una joven ganadera asturiana que ha hecho de su modo de vida -como responsable de una explotación de vacas trashumante en Asturias- una reivindicación del respeto por las tradiciones, la tierra y el entorno rural. Galardonada con el Premio a la Excelencia a la Innovación de la Mujer Rural, Velasco se ha convertido en un altavoz que “como mujer y como madre” exige que los pueblos tengan el “confort” necesario para desarrollar un proyecto de vida.
Más formación para “enseñar a hacer los numerosos trámites que hay que hacer” y gente capacitada para poder “tener reemplazo” ante situaciones como un embarazo son otros de los apoyos que solicita. Y es que, una vez que los jóvenes se han instalado en la actividad agraria, siguen necesitando apoyo, y lo reciben también en forma de subvenciones, por parte de las instituciones.
Las ayudas
En el marco de la Política Agraria Común (PAC) se pueden sumar otras dos ayudas; el pago complementario para jóvenes, que “busca asegurar que los jóvenes que se incorporan puedan consolidar su actividad”, en palabras del presidente del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), Miguel Ángel Riesgo. El FEGA, organismo que se encarga de gestionar estos pagos, había dado el visto bueno a 30 de junio a destinar 51 millones a este concepto, lo que triplica la cifra de hace tan sólo dos campañas.
Y en segundo lugar, los jóvenes pueden optar a que se les asignen “derechos” de pago básico de la “reserva nacional”, el recurso que tiene el Estado para garantizar la igualdad de trato entre agricultores, ya que el pago básico es, hoy por hoy, la principal ayuda a la renta de los agricultores.
Por este concepto, 2.800 jóvenes agricultores se hicieron en 2018 con estos derechos y recibieron, de media, 4.350 euros en ayudas.
No hay abonos mágicos para hacer florecer las vocaciones agro que tanto hacen falta en España como en Europa; pero se perciben esfuerzos que empiezan a dar sus frutos con un goteo de nuevas incorporaciones que buscan dar la razón al refranero popular, que insiste en que “Quien bien siembre, bien recoge”.