La globalización del mercado cerealista mundial
Por José Manuel Álvarez, secretario general de la Asociación de Comercio de Cereales y Oleaginosas de España (ACCOE)
La Ley de la Oferta y la Demanda, ni está escrita, ni en realidad es Ley. Es básicamente un precepto que explica que el precio de mercado de una determinada mercancía se mueve directamente de acuerdo con el número de posibles compradores, e inversamente a su disponibilidad. Es decir, para no liarnos: la mayor existencia de un producto hará que su precio baje, lo mismo que harán que éste se incremente una menor disponibilidad o un aumento del consumo. Sentido común, ¿no?
Sin embargo, en nuestro país hay voces sempiternas que, año tras año, al comienzo de cada campaña cerealista auguran una subida de precios, independientemente de cuáles sean las perspectivas reales de cosecha. Duelen los oídos cada junio cuando estos voceros de sillón, que se visten de pana para las fotos, culpan de las bajas cotizaciones de los cereales a los ‘malvados y mezquinos’ operadores que les niegan el pan y la sal a los esforzados agricultores.
En los mercados nada depende del color del cristal con que se mira (el inverso de otra ley, la de Campoamor ¡Muy apropiado!). Ni ponerse una venda en los ojos
La realidad es que llevamos una serie de años consecutivos en los que la producción mundial de cereales y oleaginosas ha crecido hasta niveles que hace unas décadas se habrían considerado de ciencia-ficción. Aunque las cosechas españolas no llegaran a cotas elevadas, que no es el caso en la presente campaña, no estamos aislados de nuestro entorno. Actualmente, una alta producción nacional ya no significa, como antes, una bajada de las cotizaciones, ni viceversa, por mucho que algunos se empeñen.
Repasemos los datos. La cosecha española de cereales ha alcanzado este año para la mayoría, un récord histórico. Para otros, se ha quedado a las puertas. Es difícil contar tanto grano. Simplificando y para no crear más polémica: hemos tenido una muy buena cosecha en cantidad. No así en calidad, pero esto es otro cantar y además no nos hemos quedado con la exclusiva. Así, según los datos del Ministerio de Agricultura, el aforo de Trigo Blando ha aumentado un 25,5%; el de la Cebada, nuestro cultivo mayoritario, el 48%; el de la Avena, Centeno y Triticale un 44 %, 34 % y 21% respectivamente. Hemos pinchado ligeramente en Trigo Duro, con una caída del 5% y Maíz, que ha continuado con su descenso de los últimos años debido a sus mayores costes de producción y, por tanto, baja rentabilidad, con un 8% menos.
En resumen, y según el mismo Ministerio la cosecha española de cereales ha superado los 23 millones y medio de toneladas frente a los casi 19 del verano del 2015. Así que los mencionados agoreros han estado este año un poco más calladitos.
El hecho es que hace ya un tiempo que, como adelantaba antes, en la mayoría de las campañas, a efectos prácticos, da igual lo que produzcamos. Insisto, no somos ajenos a nuestro entorno ni nuestras fronteras están cerradas. Por otro lado, sí, somos un país netamente deficitario. Nuestra capacidad industrial de procesar cereales y oleaginosas es muy superior a nuestro poder productivo de materia prima, pero también tenemos numerosas instalaciones portuarias que suministran regularmente con importaciones el resto que nos falta. ¿Por qué iba a querer un fabricante de piensos comprar cebada española a 170 €/Tn si puede comprar trigo ucraniano a 156?
«La disponibilidad está siendo tan alta gracias a las buenas cosechas globales siendo, en definitiva, el puerto el que fija el precio del producto»
Repasando las estimaciones del Consejo Internacional de Cereales, comprobamos que en menos de diez años el ser humano ha conseguido producir de media 200 millones más de toneladas de cereales por año. Con esto no sólo se ha solucionado (¿momentáneamente?) el ‘ansia devoradora’ de los países emergentes, sino que además hemos aprendido a hacer combustible con los granos y para colmo, al final de cada campaña nos sobra.
Entonces, ¿qué? Tanto el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) como el Consejo Internacional de Cereales (IGC) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), nos cuentan que en 2016/17 la buena producción mundial de cereales, junto a la abundancia de existencias, apuntan a un equilibrio cómodo en general entre la oferta y la demanda globales.
Se estima que cuando las máquinas terminen de cosechar, la producción de cereales habrá alcanzado de nuevo un máximo histórico, con cifras récord para el maíz y el trigo
También, a pesar del nuevo incremento de la demanda, todo parece indicar que las existencias finales de los principales exportadores alcanzarán sus niveles más elevados de los últimos siete años.
En fin, con este panorama de equilibrio, el mercado aprovecha cualquier resquicio mínimo para hacer sus pinitos. En estos momentos debido a ciertos factores coyunturales, retención en el Mar Negro, pequeños problemas logísticos, cambio en la paridad euro/dólar … estamos asistiendo a un incremento de las cotizaciones. No obstante, no nos frotemos las manos: nada parece indicar que esto vaya durar. Todos los ‘futurólogos’ están de acuerdo en que con las condiciones de balance de existencias tan positivas tarde o temprano las aguas volverán a su cauce. Y luego, a ver lo que llueve en primavera y a volver a empezar.